top of page
  • Cristina Blanco

GAMBITO DE DAMA – UNIDAS POR NO SABER

Actualizado: 30 ago 2021

LO QUE PENSÉ MIENTRAS VEÍA ‘GAMBITO DE DAMA’ 

(SIN SPOILERS)

 

    Mi primera toma de contacto con el ajedrez fue cuando tenía 7 años en una sala de cine y sentada en la butaca vi cómo Ron Weasley en ‘Harry Potter y la Piedra Filosofal’ decía muerto de miedo: «Caballo a H3». Mis padres tenían en casa un ajedrez y de vez en cuando yo me ponía pesada hasta que conseguía convencer a uno de ellos para pasar las horas muertas de los domingos (daños colaterales de no tener hermanos), aunque siempre acabábamos jugando a las damas porque la curva de aprendizaje era muchísimo más sencilla y yo no quería pensar tanto un domingo.


    El tiempo pasó y esas partidas se fueron haciendo cada vez más esporádicas, hasta el punto de que a día de hoy no me acordaba de que el tablero y las piezas quedaron sepultadas en el fondo del cajón de las cosas que no se utilizan junto a unos prismáticos y una mochila con juegos de la Nintendo DS (¿no es llamativo que tengamos cajones destinados a guardar cosas que nunca sacamos de ahí?). Pero no solo el ajedrez quedó relegado físicamente en mi casa, mentalmente yo también lo ubiqué sin darme cuenta en un lugar distante, bajo la etiqueta de ese juego y deporte mental que sé que existe pero del que yo no conozco demasiado.

Hay todo un mundo de cosas que desconocemos. Detalles, anécdotas, biografías y hechos históricos a los que permanecemos (y permaneceremos) ajenos e, igual que es imposible saberlo todo, también lo es tratar de enfocar y detallar esa masa indefinida y translúcida en la que está suspendido todo lo que ignoramos. Esos nichos de conocimiento permanecerán invisibles o borrosos hasta el día que empecemos a tirar del hilo y destapemos parte de lo que nuestro desconocimiento nos ocultaba. Y Gambito de Dama ha sido para mí ese hilo del que tirar.


   Gambito de Dama se estrenó en Netflix en octubre de 2020 y yo la he visto ahora en mayo de 2021 (lo sé, llego muuuy tarde) pero tampoco he vivido debajo de una piedra y algo había oído de todo el revuelo que se formó con la serie de Anya Taylor-Joy. Sabía que las consultas en Google sobre ajedrez se duplicaron y que las ventas aumentaron más de un 170%. Tampoco es que hubiese podido escapar de toda esta revolución cuando en una reunión que hicimos por navidad algunos de mis amigos se retaron a una partida de ajedrez (cosas que pasan cuando vuelves a casa por Navidad).

Sorprendida con los nombres de las jugadas, lo extensamente documentadas que están las diferentes estrategias y todos los libros y revistas que había en los años 60 sobre movimientos y maestros ajedrecistas me di cuenta viendo la serie de que mi idea de lo que era el mundo del ajedrez ni se acercaba a su complejidad en la realidad. Es curioso como solo podemos tomar conciencia de todo lo que no sabemos cuando aprendemos algo nuevo, es la luz la que nos permite ver la oscuridad. Alrededor de cada uno de nosotros órbita esa masa indefinida y traslúcida de cosa que ignoramos de la que hablaba antes, a todos el desconocimiento nos separa de algo y ese fue mi punto de conexión con la protagonista de la serie, Beth.


       El mismo desconocimiento o desconexión que sentía yo respecto al ajedrez lo siente Beth con el resto del mundo. Para ella esa cosa desconocida es la vida de la gente que no somos unos genios en nada y que encontramos compañía en la mediocridad mientras a ella su genialidad la rodea de soledad. A veces me sentía como si ella y yo nos estuviésemos mirando desde lados opuestos de la calle, ella sin saber lo que era «ser normal» y yo sin saber lo que era ser una genio del ajedrez. Las dos ignorando el mundo de la otra pero unidas por la sensación de no saber. 



bottom of page