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  • Cristina Blanco

'I'M YOUR MAN' - EL PROBLEMA ES LA ILUSIÓN.

Alma (Maren Eggert) no quiere enamorarse pero también tiene miedo a acabar sola. Lo acaba de dejar con uno de sus compañeros de trabajo y se pasa los días absorbida en una investigación sobre la poesía en la era cuneiforme. Y es muy escéptica sobre encontrar aquello con lo que soñaba de pequeña: alguien que la complemente y la haga feliz. Enamorarse ha acabado siendo mucho más complicado y finalmente la ha reportado más decepción, frustración y tristeza que felicidad. Así que cuando le ofrecen convivir unos días con un robot creado para satisfacer sus necesidades sentimentales a cambio de una donación para su museo, Alma acepta de manera muy reticente.



Tom (Dan Stevens) está diseñado para ella y eso es lo que Alma no puede sacarse de la cabeza. Dice todo lo que ella quiere oír, sabe bailar rumba y tiene un acento inglés por el que ella se ha sentido atraída en el pasado. Pero Alma se encuentra igual de sorprendida que él cuando la perfección la pone de los nervios. “¿Esperas conflicto en tus relaciones?” le acaba preguntando la consultora de pareja que la organización ha asignado para ellos. “Por supuesto que sí” responde ella enfadada. ‘I’m Your Man’ dirigida por Maria Schrader explora el abismo relacional entre los humanos y los humanoides. ¿Somos compatibles? ¿Nos basta a nosotros con que satisfagan nuestras necesidades para ser felices? ¿Nos conviene caer en esa ilusión? Porque para Alma el verdadero conflicto reside en que sería tentadoramente fácil caer en creer que Tom es el hombre perfecto, que se conocieron en una conferencia de trabajo y que saltó la chispa al instante. Relajarse y dejarse abrazar por la idea de que por fin lo ha encontrado y que Tom es esa “persona” que está y estará por y para ella. Pero entonces Tom camina un poco más rígido de lo normal o se queda parado debajo de la lluvia horas como si el frío y la humedad no le afectasen (no lo hacen) o responde a un ataque de nervios de Alma de una forma excesivamente racional y la ilusión se viene abajo. Son esos persistentes detalles los que le recuerdan a Alma que Tom solo es una extensión de ella misma. Tom no existía antes de que ella “le necesitase” y… ¿no existirá cuando deje de hacerlo? Enamorarte de una criatura cuya “personalidad” solo y exclusivamente la determinan tus necesidades y gustos convierte la relación en algo muy unilateral. Una cosa que es tan intrínsecamente de dos se convierte en vínculo tremendamente narcisista. Porque “el otro” no existe realmente, es un amasijo de cables y algoritmos pero sin sus propios deseos o miedos. Y aquí la ecuación de la conexión o el vínculo no funciona quitando complejidad.



Sé que muchas veces nos gustaría que todo fuese más sencillo, pero ‘I’m Your Man’ nos demuestra que cuando las cosas son perfectas los problemas no desaparecen. Alma (y nosotros) se pregunta constantemente si sería más feliz creyéndose el engaño. Es decir, si consiguiese olvidarse de que Tom no es como ella (humano) igual su vida sería más sencilla (¿quién no quiere aceptar que le traigan el desayuno a la cama todas las mañanas sin rayarse después por si ese alguien es de su especie o no?). Igual el problema es ella y no la falta de espontaneidad (y sentimientos genuinos) de Tom, puede que sea su rigidez y necesidad de aferrarse a las relaciones tal y como las conoce lo que le está impidiendo ser feliz. Alma tiene miedo a perder la cordura, a confundir la simulación con la realidad pero… ¿al final si Tom expresa que la quiere importa que ese sentimiento sea una respuesta calculada y no una reacción natural? La honestidad es algo que asumimos del otro pero no tenemos manera de probar. No podemos saber nunca qué está sintiendo la otra persona. Nos gusta creer que sí, pero las relaciones se basan en fiarnos de aquello que nos comunican o expresan. Entonces si cambiamos el espejismo de nuestra capacidad para percibir al otro por la fantasía de creer que el otro es más humano de lo que es ¿estamos desviándonos más de la verdad o simplemente cambiando la mentira que nos gusta creer?



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