top of page
  • Cristina Blanco

THE LAST LETTER FROM YOUR LOVER - A PONERSE NOSTÁLGICAS

Actualizado: 30 ago 2021

LO QUE PENSÉ MIENTRAS VEÍA 'THE LAST LETTER FROM YOUR LOVER' (NETFLIX)


La película no fue lo que me esperaba. La historia se me quedó corta y no cumplió con mis expectativas a pesar de no saber exactamente cuáles eran. No sabría decir qué es lo que falló pero algo lo hizo, igual no fue una sola cosa y fue un cúmulo de pequeños desajustes entre lo que realmente era la película y lo que yo creía que iba a ser. Fuese cual fuese el “problema” (o problemas) lo que estaba claro es que la historia no me había atrapado lo suficiente como para mantener mi atención imperturbable durante las casi dos horas que dura, y antes de que acabase yo ya la había pausado un par de veces porque otra necesidad (ya fuese mirar Instagram o ir a picar algo) había sido más intensa que la curiosidad de saber cómo acabaría.




Dos romances entrelazados, uno contemporáneo y otro en los años 60 no fueron suficientes para mantener mi atención, no creo que fuese una cuestión de números (tres historias de amor igual me hubiesen interesado menos) sino de mi falta de conexión con los personajes. Esta película tiene de todo: pérdidas de memoria, cartas de amor que han sobrevivido el paso de los años, mala comunicación, excursiones en bicicleta por la rivera francesa y miradas al infinito pensando en lo que pudo haber sido y puede hasta que le sobren algunas cosas. Mientras Ellie busca información para su próximo artículo (e intenta no establecer ningún tipo de intimidad con nadie para superar una ruptura reciente) se encuentra con las cartas que Jennifer y Anthony se escribieron hace décadas. Ella era una socialité americana casada con un diplomático británico y él un corresponsal inglés divorciado. Las cartas son lo que queda de una relación secreta que les hizo saborear a los dos la opción de ser felices pero que la rígida sociedad de aquella época condenó a ser un bonito pero doloroso recuerdo en vez de una realidad. Ellie queda fascinada por la emoción que aún desprenden aquellas cartas y por el nostálgico romanticismo de escribir sentimientos en un trozo de papel y decide desempolvar esa historia con la ayuda del tímido archivista Rory para descubrir qué final tuvieron todas esas ardientes confesiones de amor.


A priori yo compartía la curiosidad de Ellie por saber qué había ocurrido (y también por conocer el final de su propia historia) pero ya he dicho que mis ganas no tardaron en desaparecer, dejándome flotando a la deriva, arrastrada solo por el fluir de la trama pero sin hacer yo ningún esfuerzo por remar hacia ninguna parte en concreto. Solo hubo un momento en el que mi pasividad se convirtió en interés activo, un instante entre múltiples diálogos, escenas y flashbacks con el que me fue tan fácil identificarme que me dió la sensación de que alguien muy parecido a mí tenía que haber escrito esa parte del guion. El instante en cuestión fue una voz en off al final de la película cuando Ellie narra parte del artículo que ha escrito sobre Jennifer, Anthony y su historia de amor. “El pasado puede ser embriagador, puede atraerte y crear la ilusión de que todo iba mejor, que eras más feliz o que las experiencias eran mejores. También puede debilitarte….” Siendo la persona nostálgica que soy pude visualizar a todas mis neuronas asintiendo con cada una de las palabras (si las neuronas tuviesen la capacidad de asentir). Todo está demasiado condicionado por lo que ocurrió (y por lo que no pudo ser), así es como funciona la estructura de esta película porque así es como funcionan también las vidas de sus protagonistas. A todos sus personajes les cuesta vivir la vida y tomar decisiones desde el presente (y no les culpo, ¿a quién no?) desde lo que sienten ahora mismo o lo que les gustaría hacer para cambiar sus vidas. El pasado pesa demasiado y de esta manera parece que no queda realmente ninguna decisión por tomar y que su futuro será una cuesta abajo donde avanzarán impulsados por la inercia de actos pasados pero sin poder elegir ya ninguna otra alternativa. Soy culpable de creerme también que nuestras vidas están determinadas por las personas que fuimos y me olvido más de lo que me gustaría de que quien soy ahora todavía tiene mucho que decir al respecto. Pero el problema del presente es que se reduce a un instante, un segundo en el que ni siquiera somos conscientes muy bien de lo que está sucediendo (a no ser que practiques mucho yoga y mindfulness y estés por encima del resto de mortales en este sentido) mientras que el pasado es un cúmulo enorme, una montaña inmensa de todos esos momentos que hemos revisado millones de veces y, por lo tanto, es normal que estemos más apegados a él. No digo que esté bien, solo me excuso en que es “normal”.


Al final me doy cuenta de que me he pasado más horas pensando en la película para escribir esto que el tiempo que me ha llevado verla. Una vez más presente cero, pasado uno. Y es que, aunque me tengo que recordar no dejarme absorber por el pasado y la importancia decisiva que tiene el presente, sino revisitásemos lo que ya hemos vivido nos costaría mucho más darle un sentido o encontrarle una explicación a la concatenación de hechos fortuitos que es la vida. Y, por si no se había notado, a mí me encanta darle un sentido a todo. No digo que esté bien, solo digo que me gusta.




bottom of page