top of page
  • Cristina Blanco

DOS CONTRA UNO

DOS CONTRA UNO


Por megafonía anunciaron que nuestro tren llegaba con una hora de retraso. No nos pillaba por sorpresa, hacía diez minutos que había salido en los paneles colocados encima del mostrador.

Llegaríamos muy tarde, eso sí. Para esa hora ya estaría todo cerrado y nosotros todavía no habíamos cenado. Con los pies sobre la maleta recapacité sobre el momento en el que el viaje se había gafado. Las cosas ya se habían torcido en casa poco antes de salir cuando Ana nos llamó para decirnos que al final le era imposible venir. No le dije nada, claro, tenía una buena excusa y éramos amigos:

«No te preocupes, ya habrá otro viaje» fue lo que le contesté.

Pero desde el principio este era un plan de cuatro y por su culpa ahora éramos tres. Un número impar, lo que quería decir que uno de nosotros se quedaría fuera todo el rato. Por ejemplo cuando (por fin) nos sentemos de dos en dos en el tren uno se tendrá que hacer el viaje solo. Podremos turnarnos, es cierto, pero eso solo repartirá el problema, no lo eliminará. O cuando pidamos mesa para tres en cualquier restaurante uno siempre se quedará enfrentado a los otros dos, como si comer fuese un interrogatorio.

Dos contra uno, así iba a ser el viaje y los tres nos pasaremos la semana alerta, rezando internamente para que no nos toque a nosotros estar en desventaja. Luchando mientras nos hacemos fotos por no convertirnos en el que sobra.

Email

Message

Send

bottom of page