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  • Cristina Blanco

ESTABA CANSADA

ESTABA CANSADA


     Estaba cansada. Algo había oído de que ayer había sido luna llena y eso podía afectarle al sueño. Se apoyó en la dura encímela de la cocina sin encender el alógeno que parpadearía unas cuantas veces cuando se decidiese a accionar el interruptor de la luz. Esperó.

       La cocina quedaba iluminada por la mitad, no de una manera brusca y claramente divisoria en la que las luces y las sombras ganan sentido por oposición, sino más bien de una manera sutil que degradaba la intensidad de la luz que entraba por la ventana hasta apagarla poco a poco. Si se hubiese levantado de otro humor ya se habría preparado el desayuno y estaría sentada en la mesa removiendo el café. Se imaginó esa versión de sí misma que ese día no existía y se sintió más acompañada. Había algo que le impedía moverse, la paranoia de que si empezaba a hacer cosas el tiempo transcurriría más deprisa, y no estaba preparada para que se hiciese más de día.

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